El
tren de la muerte hoy me devolvió a la vida….
Las
estaciones se suceden a ritmo de vértigo, y con ellas vivencias aun cercanas,
que van surcando inexorables, por mi mente, un tanto cansada.
Cansada
de recordar la muerte, pululando por algún vagón de ese tren. Cansada de ver
tragedia. Cansada de llorar, por unas victimas injustas; como todas las
victimas…
¡No
es fácil vivir ajeno a tanto dolor!
Atrás
quedo Atocha.
Quedaron
vidas destrozadas, por el azote de un fanatismo religioso. Atrás quedo el
silencio de una ciudad, que aun llora por cada esquina a sus muertos.
Al
otro lado de esa vía de la muerte, me está esperando la vida. Una vida llamada
Ana.
Ella
es fantasía, elegancia, dulzura; es sobre todo vida.
Su
cara refleja la más profunda sinceridad, que pueda tener en lo más profundo el
ser humano.
Su
ternura me embriaga….
¡No
es fácil plasmar tanto sentimiento!
Ella
es pura.
Su
alma es limpia; como limpios son mis sentimientos hacia ella.
Sus
ojos reflejan la incomprensión, que tanto se cruza en mi largo camino por la
vida.
Ella
es ese amor imposible, por el que todos alguna vez luchamos.
La
tarde transcurre demasiado deprisa. Se disipa el sol, que hoy brilla en el
centro de mi alma.
La
tarde se va, y con ella mi alegría más intensa.
Suenan
campanas de despedida….
Ella
es flor de primavera.
Una
gota de agua fresca, resbalando por la ladera de mi existencia.
Odio
la eterna lejanía de Fuenlabrada. La odio porque en ella se quedo, ese amor que
un día acaricie. Odio esa lejanía, y ese tren de la muerte, que hoy me regalo
la vida, envuelta en un manto de estrellas.
Maldito
tren, que me devolvió a la más cruda de
las realidades y miserias del ser humano…
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