sábado, 3 de diciembre de 2011

* Para Ana.



El tren de la muerte hoy me devolvió a la vida….
Las estaciones se suceden a ritmo de vértigo, y con ellas vivencias aun cercanas, que van surcando inexorables, por mi mente, un tanto cansada.
Cansada de recordar la muerte, pululando por algún vagón de ese tren. Cansada de ver tragedia. Cansada de llorar, por unas victimas injustas; como todas las victimas…
¡No es fácil vivir ajeno a tanto dolor!
Atrás quedo Atocha.
Quedaron vidas destrozadas, por el azote de un fanatismo religioso. Atrás quedo el silencio de una ciudad, que aun llora por cada esquina a sus muertos.
Al otro lado de esa vía de la muerte, me está esperando la vida. Una vida llamada Ana.
Ella es fantasía, elegancia, dulzura; es sobre todo vida.
Su cara refleja la más profunda sinceridad, que pueda tener en lo más profundo el ser humano.
Su ternura me embriaga….
¡No es fácil plasmar tanto sentimiento!
Ella es pura.
Su alma es limpia; como limpios son mis sentimientos hacia ella.
Sus ojos reflejan la incomprensión, que tanto se cruza en mi largo camino por la vida.











Ella es ese amor imposible, por el que todos alguna vez luchamos.
La tarde transcurre demasiado deprisa. Se disipa el sol, que hoy brilla en el centro de mi alma.
La tarde se va, y con ella mi alegría más intensa.
Suenan campanas de despedida….
Ella es flor de primavera.
Una gota de agua fresca, resbalando por la ladera de mi existencia.
Odio la eterna lejanía de Fuenlabrada. La odio porque en ella se quedo, ese amor que un día acaricie. Odio esa lejanía, y ese tren de la muerte, que hoy me regalo la vida, envuelta en un manto de estrellas.
Maldito tren, que me devolvió a la más cruda  de las realidades y miserias del ser humano…

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